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El Príncipe Niebla


Al fin del camino
de sombras del tiempo
envuelto en leyendas
y brumas de sueños
en una montaña
de muchos senderos
el Príncipe Niebla
guardaba su reino.
No tenía castillo
ni trono ni almenas
no tenía vasallos
ni torres ni aldeas.
No tenía tesoros,
ni foso, ni celdas
ni escudo y caballo,
tampoco princesa.
Vivía solitario
en su alta montaña
envuelto en la niebla
de noche y mañana.
Una tarde un día
se encontró una estrella
que estaba dormida
en una azucena.
Era tan hermosa
que el Príncipe Niebla
quiso despertarla
para hablar con ella.
Y quiso llevarla
a vivir con él
aunque bien supiera
que no podía ser.
Pues la luz de estrella
iba a deshacer
su reino de niebla:
todo iba a perder.
La dejó dormida
soñando con él
y bajó despacio
del atardecer.

(C) María García Esperón